por ambrosio espin » Lun May 17, 2010 12:44 pm
En primer lugar haría un recorrido más corto en los encierros porque los toros desarrollan demasiada velocidad o,en su lugar, buscaría recorridos con tramos menos rectos para que los escasos corredores pudieran disfrutar de verdad de los encierros.Cambiaría las barreras porque las gentes se suben de manera inconsciente a las tablas por el lado interior del encierro con el consiguiente peligro.Es imprescindible aumentar el número de cabestros que dirijan la manada.
Nunca me han gustado los concursos de recortadores pero, en fin, parafraseando a Lope de Vega "como los paga el vulgo, es justo hablarle en necio para darle gusto".
En cuanto a las corridas de toros, como ya dije en mi anterior mensaje, deben ser íntegras: que el público exija la entrada al caballo dos veces como mínimo para medir su bravura(aunque el reglamento para las plazas de tercera no lo contemple), que se pongan tres pares de banderillas para, por último, si el toro es bravo asistir a una faena de muleta digna.Todo esto exige que la reeducación del público, que pase de ser masa imbécil, como decía Unamuno, a ser pueblo soberano que con su decisión democrática ,decida cómo debe ser el espectáculo y quién debe triunfar en él.
Por otro lado, suelo asistir con verguenza al lamentable espectáculo de contemplar cómo el estrecho callejón de nuestra plaza centenaria se llena de gente no autorizada para estar en el mismo.Sabido es por lo aficionados a los toros que éstos animales son casi miopes y que, por tanto, tienen muy agudizado el sentido del oído.En el callejón de la plaza de Cehegín durante el desarrollo de la corrida hay tal algarabía que parece que estamos en el Festibando.Verdaderamente vergonzoso.
San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual escribió estos famosos versos "la musica callada,/la soledad sonora/, la cena que recrea y enamora".En esto se debe convertir una corrida de toros de verdad, en una mística.Harto estoy de escuchar un año tras otro el horrible solo de Nerva y seguidamente escuchar avergozado el estruendoso ole del público que ha dejado de mascullar habas y beber vino malo.
En resumen lo primero que, para mi, debemos cambiar es el público.